Creo que ha llegado el momento de volver a tocar uno de los temas más delicados relacionados con el rasgo de la alta sensibilidad: la diferencia entre un rasgo -en este caso el de la alta sensibilidad- por un lado, y trastornos por otro. Hablamos de un rasgo cuando algo es común, y de un trastorno cuando algo es menos común, más bien una excepción. Por ejemplo, si miramos un trastorno como el del espectro de autismo (TEA), se estima que afecta a 6 personas de cada 1000 (INFAD, Nº1-Vol 1, 2013. ISSN: 0214-9877. pp: 769-786), mientras si miramos el rasgo de la alta sensibilidad tal como ha sido y es investigado por la dra. Elaine Aron, estamos hablando de unas 150 è 200 personas de cada mil, o sea, de un 15 à 20 %.
La gran dificultad a la hora de distinguir entre el rasgo y según qué trastorno, está en el hecho de que la alta sensibilidad suele solaparse en gran medida con cierto número de trastornos lo cual no solamente confunde, sino que también hace que alguien con un diagnóstico de un trastorno, posiblemente vea la solución de sus problemas en acoger “la etiqueta” mucho más light del rasgo, ignorando el verdadero problema con el que está lidiando. Este solapar en los casos del Autismo y el TDA(H) puede tener su origen en la neurobiología. Ambos, los trastornos del espectro autista (TEA) y el TDA(H), son trastornos de desarrollo neurobiológico ya presentes en el niño muy joven, generalmente desde la edad preescolar, que se caracterizan por deficiencias y problemas en el funcionamiento personal, social, escolar o laboral.
Visto que el rasgo de la alta sensibilidad también tiene una base neurobiológica y que investigaciones (Klages, Acevedo, Aron) han demostrado una relación entre los procesos neurobiológicos y las características del rasgo, no es de extrañar que veamos similitudes en gran parte de las características del comportamiento de los tres grupos. Ahora, el comportamiento de una persona es solo una pequeña faceta de la personalidad de alguien; lo que pasa en su funcionamiento interior es invisible, y aunque comportamientos sean igual, su causa puede ser bien distinta. Dice la dra Elke Hoof: “Distinguir es importante, ya que trastornos del espectro autista y el TDA(H) causan deficiencias y limitaciones que, a través de una terapia adecuada pueden conducir a una mejor calidad de vida”.
Por el contrario, adultos y niños PAS (también llamados “NAS“) no presentan este tipo de deficiencias o limitaciones. Aunque sí pueden vivir situaciones y circunstancias temporales -generalmente como resultado de un exceso de información en momentos puntuales- que producen reacciones que complican el funcionamiento personal y social, de ninguna manera se trata de deficiencias o limitaciones permanentes (aunque tratables). Es importante tener en cuenta que alguien puede ser PAS y tener un trastorno – y vice versa.
Entrando un poco más en cada uno de los trastornos en relación con la alta sensibilidad, podemos decir que, en cuanto al tema de autismo, que ambos grupos se caracterizan por la manera en que el cerebro gestiona la información de una manera diferente. Digamos que el cerebro filtra la información de manera insuficiente o, al contrario, de manera excesiva, o que directamente filtra información incorrecta. Personas que sufren del autismo -TEA- desarrollarán determinados estilos de percepción como sería, por ejemplo, “colgarse” en la información recibida de uno de los sentidos, no pudiendo asimilar el conjunto de la información sensorial. La interpretación de los estímulos sensoriales puede requerir más energía que la persona tiene disponible, con lo cual esta será incapaz de reaccionar adecuadamente. Del conjunto de sentidos, un autista suele tener tanto el olfato como el tacto más desarrollados que los restantes.
Esto, en la práctica, significa que personas con el TEA pueden encontrarse con dificultades en relaciones sociales ya que por su manera particular de procesar la información disponible que les cuesta mucho ponerse en los zapatos de otro, de entender intenciones, pensamientos y emociones ajenas por lo cual generalmente no son capaces de anticipar las ideas, deseos y sentimientos de las personas con quienes interactúan. De la misma manera se pueden presentar problemas en la comunicación. Alguien con el TEA puede tener un vocabulario impresionante, pero quedar corto a la hora de entender a su interlocutor, mientras que también le suele costar llegar a una correcta interpretación de metáforas. Por su falta de capacidad imaginativa, el autista puede percibir el mundo como muy caótico y amenazante. Le cuesta imaginarse algo concreto que no puede percibir mientras que, en niños con alta sensibilidad, es justamente su enorme capacidad imaginativa que hace que el mundo a veces le viene grande. La falta de fantasía en un niño con TEA hará que generalmente le cueste desarrollar el juego simbólico, mientras que un niño PAS, por ejemplo, puede imaginarse ciudades enteras y completas jugando con una simple caja de cartón. La visión completa de las cosas en función de sus relaciones subyacentes, hacer planes para el futuro, saber calcular las implicaciones de una palabra, de un acto, de una decisión, es una de las ventajas que vienen con el rasgo de la alta sensibilidad, algo que no pertenece a las características del trastorno autista. Si, en este sentido, pensamos en el hecho de que muchos PAS tienen dificultades en la asimilación de cambios en función de la cantidad de información que esto implica y, por ende, la enorme cantidad de posibilidades que un cambio puede conllevar (fantasía) lo cual llega a abrumarle, el miedo que puede sentir un autista que se ve ante cambios, no se basa en el amplio abanico de posibilidades, sino más bien en la rotura de la rutina. Otros campos en los cuales los (niños) PAS y los TEA presentan diferencias notables son la imitación y la (in)capacidad de tener la atención puesta en varias cosas a la vez. En caso de duda recomiendo consultar a un profesional y/o el SCQ, el cuestionario de comunicación social.
Otro trastorno que a veces se confunde con el rasgo de la alta sensibilidad es, como ya decíamos, el trastorno de deficiencia de atención acompañado, o no, por síntomas de hiperactividad, el TDA(H). Por el momento no disponemos de muchos estudios sobre las diferencias entre el rasgo y este trastorno, pero algo ya sabemos. El DSM-V define TDA(H) como un trastorno neurobiológico de desarrollo que produce limitaciones en el terreno de la atención y la de capacidad organizativa, lo cual se puede manifestar en hiperactividad/impulsividad, resultando en problemas de interacción social, especialmente en el ámbito de formación (educación escolar) y entornos laborales.
La principal característica es una siempre presente incapacidad de prestar atención, de no poder concentrarse durante un cierto tiempo en una sola tarea. Una persona con TDA(H) puede ser muy inteligente, pero se encuentra con grandes problemas a la hora de empezar y acabar una tarea de un tirón y de manera ordenada y organizada. Y no es para nada porque no quiera, o porque tenga una actitud rebelde, no, es porque no puede. Se trata pues de una disfunción sistemática.
Hablamos de hiperactividad cuando se percibe una actividad motriz en momentos cuando esto no es oportuno: niños que no paran de correr, de mover piernas, de juguetear con cualquier cosa que sus manos vayan encontrando o que no paran de hablar. Algo que percibimos tanto en niños como en adultos con hiperactividad, es una exagerada inquietud, la incapacidad de, simplemente, poder estar quietos.
El motivo por el cual se pueden confundir el trastorno del TDA(H) con el rasgo es porque a los PAS también les puede pasar que pierdan la concentración o que presenten una inquietud que les impida estar tranquilos. Hay, sin embargo, una diferencia fundamental: cuando hablamos del trastorno vemos síntomas que siempre están allí, mientras si hablamos de la alta sensibilidad se trata de algo puntual, algo que se produce por un exceso de información que la PAS recibe a la vez y que, por ser demasiado, no es capaz de gestionar correctamente. La supuesta “hiperactividad” en un PAS es, por tanto, nada más que una consecuencia de determinadas circunstancias y sería más correcto llamarla reactividad. Una de las preguntas que suelo hacer a padres que me vienen con la sospecha de que su hijo pueda ser PAS a pesar de haber recibido un diagnóstico de TDA(H) es, si el pequeño es capaz de estar sentado tranquilamente, haciendo manualidades o sus deberes de una manera ordenada durante un tiempo largo estando absorbido en la tarea, si es capaz de leer un libro (sabiendo que a los PAS nos suele encantar leer mucho y durante horas y horas) y si su sus tareas dan la impresión de haber sido realizadas con dedicación y cuidado, vamos, con atención.
Otro trastorno que se solapa con el rasgo de la alta sensibilidad es el trastorno límite de la personalidad, pudiendo dar lugar a confusión. Como con el tema anterior, el TDA(H), disponemos de poca investigación en la cual nos podamos apoyar al describir las diferencias, pero existen observaciones que nos pueden servir de guía. Algunos síntomas que caracterizan este trastorno son los patrones prolongados de emociones turbulentas o inestables que pueden resultar en acciones impulsivas y relaciones caóticas con otras personas. Aquí también podemos decir que los PAS, por saturación y momentos de estrés y sobrecarga de estímulos, pueden pasar por episodios de fuerte emocionalidad y confusión, pudiendo dar la impresión que la persona sea inestable. Un PAS, contrario a alguien con TLP sin embargo, es capaz de autoregularse, tomando distancia del tema que le preocupa o perturba. Otra diferencia sería que, siendo la alta sensibilidad un rasgo genético, un PAS puede pasar por estos momentos de fuerte emocionalidad desde la primera infancia, mientras que el TLP generalmente no empieza a manifestarse antes de la adolescencia.
TLP es un trastorno que se presenta en un 1,6% de la población, sobre todo en mujeres. Digamos que se caracteriza por un patrón de inestabilidad en las relaciones interpersonales, auto-imagen y en el afecto, muchas veces resultando en un comportamiento impulsivo (puedes pensar en ataques de ludopatía, gastar demasiado dinero, sexo de riesgo, consumo de ciertas sustancias y similar). Personas con TLP hacen lo que pueden para evitar ser abandonados (tanto en situaciones reales como imaginadas). La idea de perder a un ser querido puede desembocar en grandes cambios del auto-imagen, del afecto, del comportamiento y de los pensamientos, presentando la persona una extrema sensibilidadde cara a cambios en su entorno. Vemos, por ejemplo, como este miedo al abandono o a cambios estructurales puede generar episodios de rabia desproporcionada. Se supone que este miedo a ser abandonado esté relacionado con un miedo profundo a la soledad, mientras que un PAS generalmente presenta una tendencia de buscar la soledad de manera voluntaria.
La gran diferencia entre la alta sensibilidad y personas con TLP se encuentra en el aspecto de la relación interpersonal: los segundos presentan un patrón de atraer y rechazar, algo que, a pesar de la necesidad de pasar ratos en soledad, no es para nada característico para un PAS. Los segundos suelen verse como el centro de su mundo, generalmente teniendo muy claro lo que quieren, mientras que los PAS generalmente suelen vivir con la atención enfocada en “el otro” lo cual hace que les cueste mucho saber lo que ellos mismos quieren o necesitan. Entre otras muchas diferencias cabe destacar los ataques de rabia, algo para nada común en los PAS, aunque raras veces pueden producirse como consecuencia de situaciones de sobreestimulación. Sentirse rechazado es un punto delicado tanto en los PAS como en personas con el TLP, pero hay una diferencia: los PAS no se caracterizan por la inestabilidad emocional, cuando se enfadan se enfadan y ya está, mientras que los ataques de rabia hasta las amenazas de autolesionarse del TLP suelen contener elementos manipulativos para conseguir algo que deseen obtener.
Concluyendo solamente se puede decir que distinguir entre el rasgo de la alta sensibilidad y un trastorno requiere una profunda observación y puede resultar complicado generando confusión, sobre todo teniendo en cuenta la comorbilidad, o sea, el hecho que alguien puede ser PAS y desarrollar un trastorno. Alguien con un trastorno que es PAS puede trabajar el lado difícil de su rasgo, pero siempre será aconsejable que busque ayuda profesional de un psicólogo o psiquiatra que es familiar con el rasgo para poder distinguir las diferentes facetas de la personalidad de su paciente.
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Menos de cuatro días, y estamos en Navidad. Me gustaría desearos unos días para disfrutar de la calma, de la tranquilidad, de la compañía de amigos y familia. Espero que podéis manejar el estrés y el agobio, y que tengáis la posibilidad de tomar un tiempo para vosotros mismos.
Esto lo digo, porque en mi alrededor he notado comentarios por el estilo de “ojalá que estos días pasen rápido” o “para mí todo eso no me hace falta” o “si de mí dependiera, ya estaríamos a mediados de enero.” ¿Hemos olvidado de disfrutar de las fiestas? ¿Hemos olvidado que significan? ¿Pesan más las cosas negativas como la obligación, las expectativas de los demás, la falta de tiempo por tener que preparar unas comidas importantes, que el hecho que celebramos la fiesta del nacimiento de Jesús, o el nacimiento de la Luz, la fiesta del Amor y de la Paz? ¿La fiesta de la tranquilidad interior?
¿Por qué no tomamos unos minutos para preguntarnos qué es lo que significa Navidad para nosotros? Si puedes y si quieres, siéntate un ratito en un lugar tranquilo, cierra los ojos, respira profundamente, relájate y escucha el silencio interior. Y pregúntate….
Una vez que tienes claro como te gustaría pasar tus días de Navidad y lo que significa esta fiesta para ti, apúntalo, haz un plan e intenta encontrar un equilibrio entre las obligaciones reales y tus necesidades. Tu alma, tu interior, es muy importante. Este es la época del año para cuidar esta parte tuya.
Simplifica. No todo tiene que ser absolutamente perfecto. Pide ayuda, elimina los excesos. Trabajar, preparar y adornar en conjunto puede ser parte de la fiesta, parte de conectar, pueden ser momentos de abrir el corazón hacia los otros. Vale más conectar que hacerlo todo perfecto y estresarse.
Y si decides de regalarte algo a ti mismo, ¿qué te parece regalarte tiempo para estar más tranquilo, para respirar, para relajarte y para rejuvenecer. Para cargar tus pilas. Es este el mejor regalo que te puedes hacer, porque te aportará energía, alegría, una actitud positiva y ganas de disfrutar.
Muy queridos amigas y amigos, ¡qué esta Navidad os aporte esa calma y paz interior, esa conciencia espiritual!
Una de las cosas más difíciles para una persona con alta sensibilidad es pensar en si misma. Parece que estamos continuamente en modo “dar”. Damos de todo: tiempo, atención, abrazos, escucha, empatía, servicio, regalos materiales… Seguramente puedes alargar la lista. Damos energía y fuerza física. Cuando aún no sabes que eres PAS y no conoces el rasgo con todas sus características, no te lo cuestionas porque te parece de lo más normal y natural. Es verdad, nacemos con ese modo “dar”. Parecemos carecer del modo “recibir”, y tanto es así que, cuando nos toca recibiralgo (atención, un cumplido, un abrazo, un regalo material, etcétera) generalmente nos sentimos muy, pero muy incómodos. ¿Te ha pasado?
¿Cuándo fue la última vez que te regalaste algo? ¿Tiempo? ¿Un capricho? Te doy la enhorabuena si puedes recordar momentos de este tipo. Pero luego, ¿te sentiste culpable? ¿Egoísta?
Dar es bonito. Es precioso. Es sano y bueno poder ayudar a otras personas. Es loable. Ojalá existieran más personas con esta actitud ya que, de verdad, el mundo sería otro. Espero de todo mi corazón que siempre sigas dando y que no intentes suprimir ese lado luminoso de tu ser. ¿Entonces?
Pues, hay un pero. Un pero muy válido. Imagínate una despensa. Una despensa llena de latas con tiempo, bricks con abrazos, cestas con cumplidos, bolsas con billetes y cajas rebosando con regalos y regalitos. Cada vez que tu modo “dar” se activa, metes mano en tu despensa, sacas lo que necesitas y lo das. Poco a poco, ya que tu modo “recibir” no se suele activar, la despensa se va vaciando. Tarde o temprano el vacío se empieza a notar y tu cuerpo, que está dotado de un termómetro de necesidades físicas y emocionales, empieza a dar señales: cansancio, estrés, dolores, preocupaciones, pérdida de sueño… Pero es posible que no relaciones una cosa con la otra y sigas dando.
Espero que no haya sido el médico que te haya dicho que tomes tiempo para ti, que desconectes, que descanses. Espero que tú mismo hayas llegado a darte cuenta de que una despensa vacía no tiene nada para dar, y necesita ser rellenada. Si quieres dar a los demás, también tienes que darte a ti: tienes que darte tiempo para descansar, para desestresarte, para repostar energía. Dar y recibir tienen que estar en equilibrio.
La buena noticia es que la despensa de la energía y de las emociones tiene un truco. Con lo poquito que te des a ti, lo poco que te sepas regalar, la despensa lo multiplica. Si te das media hora para cargar tus pilas cada día, tendrás horas para regalar con alegría. Si de vez en cuando te permites un pequeño capricho -un café en una terraza en un lugar bonito, ese libro que querías tener, ese taller que te aportará alguna herramienta- activarás el modo “recibir” y tu autoestima crecerá. Te sentirás mejor. Llegarás a comprender que cuidar de tu despensa no es egoísmo y no es algo por sentirte culpable, sino que es necesario para poder seguir dando con alegría, desde la libertad y -¡ojo!- sin esperar nada a cambio.
Preguntas que te puedes hacer para tomar consciencia:
Te aconsejo apuntar las respuestas y reflexionar sobre ellas y, cuando tengas la oportunidad, comentar este tema con otros PAS. Los unos podemos aprender de los otros.
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